Crítica
social en los cuentos “La crisálida”, de Blanca Martínez (1998) y “Mil euros
por tu vida”, de Elia Barceló (2008).
Fernando
Brambila Ortega.
“La ciencia ficción apuntaría a una cognición, un conocimiento reflejo,
una parábola sobre nuestro propio mundo observado desde una perspectiva
extrañada.”
-- Pablo Capanna. El mundo de la
ciencia ficción.
Si la ciencia ficción tiene algo de visionario, en la
medida en que especula sobre los cambios que quizá se producirían con
determinado avance tecnológico, o bien con determinado esclarecimiento sobre un
misterio (si hay vida después de la muerte física o si hay vida inteligente en
otros mundos, digamos), ya sea en el futuro, en un presente que imaginamos
distinto al nuestro y hasta en un pasado distinto del que se supone que fue; si
tiene algo de visionario, digo, también es un reflejo del presente en que es
creada. A veces puede ser un reflejo del propio autor, que no su autobiografía
maquillada. Pongamos por ejemplo a Octavia Butler, escritora estadounidense de
ciencia ficción. Ella declaró con respecto a su novela Kindred (1979, acerca de una mujer que viaja en el tiempo para
conocer íntimamente la historia de sus ancestros. Concretamente, la historia
previa a la guerra civil de Estados Unidos, los plantíos esclavizados del sur):
“Pensé que
sería bueno que la gente supiera qué se siente tener al mundo entero en tu
contra.”
Esta característica no es exclusiva del género; quizá
sea común a toda la literatura o a todo arte, en muy distintos grados. Ahora
bien, puesto que en la ciencia ficción los elementos “no realistas”
que se plantean a menudo cambian el mismo mundo en que el relato se desarrolla,
algo nos dicen de cómo ve el mundo “real” su autor. Siguiendo esta idea, no es
extraño que en muchas historias de ciencia ficción escritas en Español haya
cierto análisis, cierta crítica social, a veces velada, a veces explícita. Para
éste trabajo he decido tomar como ejemplo dos relatos del género escritos por
dos autoras Españolas, publicados uno a finales del siglo XX y otro ya en el
siglo XXI. Hay que mencionar que se trata además de dos autoras que, si bien no
exiliadas, han escrito buena parte de su obra (y vivido buena parte de sus vidas)
en otro país; una en México y la otra en Austria.
Blanca Martínez, quien también publica con el
seudónimo “Blanca Mart”, escritora de origen catalán radicada en México,
publicó el cuento “La crisálida” por primera vez en 1981 en España, en la
revista “Nueva Dimensión”. Éste cuento fue después recopilado en la colección
“Cuentos del Archivo Hurus”, publicado en México en 1998.
El archivo Hurus, según nos cuenta la propia autora en su introducción, es:
“Un oasis
donde se guardan los conocimientos, donde se da asilo al perseguido, donde los
caminos entre los soles son posibles”.
En otras palabras, los cuentos de éste libro ocurren
en la imaginación, en un lugar que puede servir como válvula de escape.
Precisamente “La crisálida” toma lugar en un tiempo no especificado,
presumiblemente el futuro (¿lejano? ¿cercano?): En un planeta Tierra donde los
viajes a otros planetas son extremadamente comunes, e inclusive reglamentados,
como vuelos internacionales. Y los terrestres conviven con los extraterrestres.
Pero según averiguamos en el cuento, ésta convivencia no siempre es pacífica.
Cuando la historia comienza, el protagonista y narrador, el piloto espacial
terrestre Al Braker, recoge en su automóvil a una muchacha de cabello negro y
piel rojiza: Una marciana. En el camino al espaciopuerto,
el auto del piloto sufre una avería. Como es día de fiesta, tienen pocas
posibilidades de conseguir que reparen el auto a tiempo. Ante esta situación,
un mecánico le propone un trato a Braker: le reparará el auto a cambio de la
muchacha. Y es que existe un tráfico de marcianos debido a un proceso conocido
como la “cristalización”: Si se le inyecta helio congelado a una persona
marciana en las venas, el cuerpo de ésta se reduce a un estado de joya, de una
piedra “brillante como una lágrima eternizada”.
Sin importarle mucho el destino de la muchacha,
Braker inclusive ayuda a capturarla, someterla y finalmente venderla en calidad
de objeto.
Hecha esta transacción, Braker llega a su trabajo,
pero descubre que el copiloto que tiene asignado es también marciano. Para ser
exactos, es un agente que estaba siguiendo a la muchacha, la cual se encontraba
en la Tierra de manera ilegal. El marciano somete a Braker y le obliga a
decirle lo que pasó. A continuación llama al mecánico y lo amenaza hasta
conseguir que le devuelvan a la muchacha. Finalmente, los marcianos y Braker
llegan a Marte. Ahí, ella recupera su forma real y él es consignado a dos
guardias, los cuales lo narcotizan, y cuando Braker despierta, se descubre en
las siguientes condiciones:
“¡Mi pierna!
¿Dónde estaba mi pierna? No la tenía.
¿Y mis
brazos? ¡Eran de piedra!
(…) Miré
hacia arriba. El disco rojo del dios de Marte colgaba en lo alto y el Sol
restallaba en él hasta la desesperación. ¡Qué bello era! ¡Y qué horror!
¡Crueles! ¡Crueles con un salvajismo vengativo e irrevocable!
Yo hubiera
hecho lo mismo con ellos.
Iba a
gritar. Tengo que gritar.
Al Braker.
Piloto espacial Al Braker. No puedo gritar.
Y es que las
piedras no gritan.”
Además de ser una historia de venganza y de aventuras
espaciales, éste relato permite una lectura alegórica. Es significativo el
hecho de que el personaje que al principio es víctima y que luego es vengado
sea una inmigrante ilegal, en este caso de otro planeta en lugar de un país del
tercer mundo. Por su parte, Braker constantemente habla de los marcianos, a los
cuales percibe como seres a la vez atractivos e irritantes. De entrada, las
relaciones entre ambos mundos son, como él mismo lo narra:
“La
situación es ésta: nuestras relaciones con Marte son estrictamente comerciales.
Hay productos mutuos que nos interesan. Pero son relaciones frías, por no decir
heladas.”
Al propio Braker, los Marcianos le resultan
atractivos pero también le irritan sobremanera. ¿Qué es lo que le resulta
irritante de ellos? Simplemente que no son impulsivos y agresivos como sí lo es
él. A lo largo del texto ésta
posición se vuelve cada vez más clara. Desde esto, al principio del cuento:
“Los
marcianos tenían fama de amables. Eran cultos y buenos conversadores. Poseían
una belleza delicada y dura, y junto a todas esas facultades, la de irritarme
con extrema perfección.”
Hasta casi el final:
“Miré a la
gente. Qué hermosos eran: los hombres, las mujeres. Con aquella expresión
benévola, con el disco rojo del dios de Marte en sus túnicas o en su pelo.
No había
gritos ni carreras. Dureza y suavidad. Terciopelo y brillantes. Roca y pétalos
de rosa. Siempre razonables y amables. ¡Cielos, cómo los odiaba!
Me gusta la
gente violenta: por lo menos sé a qué atenerme. Pero aquellos seres
seudoperfectos irritaban a cualquiera.”
El trasfondo de éste relato, la discriminación
racial, resulta más bien evidente, creo, y el uso del color rojo para describir
a los marcianos tiene un doble sentido. Por un lado es literal: son los
habitantes del “planeta rojo”. Por otro lado, el personaje Braker los ve de una
manera que recuerda las descripciones que hacían los conquistadores europeos de
los americanos. O inclusive de los Nativos Americanos, como sería el caso de
Estados Unidos, con el epíteto “redskins”, pieles rojas. Es significativo
también que el marciano consigue sacar a su compatriota de la tierra
disfrazándola de fruto exótico. Además, el odio que Braker siente hacia los
marcianos es un reflejo de una actitud generalizad en su mundo. Cuando se le
ofrece la posibilidad de vender a la muchacha, vence cualquier remordimiento
posible con un sencillo argumento:
“No tenía que
molestarme por nadie, por supuesto, y menos aún por ella: por una maldita
marciana nadie mueve un maldito dedo.”
La razón por la que Braker la recogió en su auto es
porque pensaba “pasar un buen rato” con ella, ya que él recién había tenido una
pelea con su “anterior conquista”. El único otro terrestre que conocemos, el
mecánico, sólo la ve como un objeto con el cual comerciar, piensa venderle la
crisálida a un cliente especial (y así se sugiere que existe toda una red de
tráfico de personas). Ante esta situación, los marcianos, a pesar de que Braker
insiste en que son fríos y que siempre tienen una expresión benévola, terminan
por tomar represalias tan violentas y soterradas como las de los terrícolas:
Para conseguir que el mecánico les devuelva a la muchacha, lo amenazan con
matarle a su familia. Y al final Braker sufre el mismo destino que
probablemente han sufrido muchos marcianos, y hasta cabe preguntarse si otros
tantos terrestres estarán en las mismas condiciones que él. Así, lo que al
principio parecía una convivencia estable, si bien fría, entre dos mundos,
comienza a volverse una guerra velada.
Elia Barceló, nacida en Alicante y residente en Austria,
publicó en el año 2008 la colección de cuentos “Futuros peligrosos”, uno de los
cuales es el texto que ahora procedo a comentar, “Mil euros por tu vida”. Como
lo anuncia el título de la colección, éste relato ocurre en el futuro; para ser
exactos, después del año 2030. Cuando la historia empieza, conocemos a Abraham
y a Sarah, dos jóvenes africanos (él es Malí y ella Etíope), quienes han tenido
la ¿suerte? de haber sido elegidos entre más de mil candidatos para un
procedimiento novedoso que es conocido como la transferencia. Un adinerado
matrimonio de ancianos Españoles, Cristófol y Anna, han adquirido los cuerpos
de los jóvenes africanos para transferir su mente a ellos, y así gozar de una
segunda juventud sin por ello perder sus lujos ni sus propiedades. Aunque éste
proceso impacta a sus hijos, quienes les retiran el habla, no les importa y se
sienten felices. Pero Abraham y Sarah no desaparecen. Mientras los ancianos
duermen, los jóvenes recuperan sus cuerpos durante cuatro horas. Siempre
durante la noche y sin la posibilidad de huir, pues los ancianos han apostado
guardias alrededor para que no huyan de la casa.
Crtistófol y Anna son felices de ésta manera, e
inclusive reviven la pasión de su matrimonio –aunque procuran no dormir en la
misma cama, para que los jóvenes no vayan a comunicarse entre ellos. Pero esto
ocurre de todos modos: Abraham y Sarah llegan a encontrarse vagando en la
mansión por la noche. Cada uno halla en el otro alguien con quien compartir el
dolor de lo que les ha sucedido: Vender sus vidas por unos cuantos euros (que
se supone ayudarán a sus respectivas familias en sus ya lejanas patrias). Y con
el tiempo, Abraham y Sarah acaban también por ser amantes.
Abraham y Cristófol no quieren saber nada el uno del
otro. Cristófol desconfía del joven africano que habita y está seguro de que en
cualquier momento intentará cobrar venganza. Abraham odia al viejo europeo que
lo habita y siente que lo ha comprado como si fuera “una bestia de feria”. Los
dos hombres se hace incluso pequeñas bromas pesadas en el mismo cuerpo, como
dos niños: Cristófol hace que se rasure el cabello (con lo cual pierde sus
rastas) y Abraham come chocolate (alimento que se supone tiene prohibido) y no
se molesta en lavarse los dientes, sólo para que Cristófol despierte con mal
aliento.
En cambio, Sarah y Anna se comunican por medio de un
diario. Cada una aprende de la otra y se escriben mensajes. Aunque comprenden
su situación: Anna se siente culpable de quedarse con la vida de otra y Sarah
está ambivalente. Por otro lado, descubren que cada una ha adquirido
habilidades de la otra. Ahora, Sarah sabe tocar el piano y Anna sabe anudar
alfombras, conocimientos de los que carecían. Y esta comunicación les será
fundamental cuando han de revelarle algo importante a sus respetivos
compañeros: están embarazadas.
¿De quién sería el bebé, de los africanos o de los
europeos? La única respuesta posible es: De ambas parejas, de los cuatro. Las
mujeres consiguen calmar la furia de ambos hombres. Anna razona que, puesto que
lo tienen todo, le darán a su hijo todo lo que unos padres pueden darle. Sarah
propone que durante cuatro horas al día tendrán a su hijo, y le enseñarán de
dónde viene, quién es y cuál es su responsabilidad.
El cuento cierra con los siguientes datos:
“Isaac Peyró
Saladriga nació el 7 de Abril de 2033 en la Clínica de Nuestra Señora de la
Concepción, en Barcelona. Ojos negros, piel oscura. Tres kilos, quinientos
gramos. Cincuenta y cuatro centímetros. Parto natural.
Fue el
primer niño Europeo nacido de padres Ocupantes de un cuerpo anfitrión.
En la
actualidad, la Unión Europea cuenta con 3386 transferidos y hay 514 niños
nacidos de este tipo de parejas, sin contar los nacimientos de parejas mixtas,
en las cuales sólo uno de los progenitores es un transferido. Todos los nacidos
pertenecen socialmente a las clases más elevadas.
(…)
La Iglesia
Católica sigue rechazando la Transferencia, aunque aún no ha entrado en vigor
la propuesta de los obispos del tercer mundo para excomulgar a quienes la
practican. Socialmente, la aceptación de esta práctica es cada vez mayor.”
Aquí el tema de las relaciones entre el primer y el
tercer mundo es más bien explícito. Sin embargo, el final plantea una situación
interesante: La siguiente generación ya no será exactamente Europea (mejor
dicho blanca), sino mayoritariamente “de color”,
y con los privilegios monetarios de los Europeos. Pareciera ser que el viejo
mundo terminará por fundirse en razas que suponía conquistadas, pero por otra
parte hay varias complejidades en juego, como el hecho de que los ocupantes
siguen teniendo mayores horas de tiempo; es decir: mayor voz y voto. Si la
historia de éste cuarteto viene a ser una pauta a seguir, probablemente habrá
voces conciliadoras que atemperen la violencia, pero si esto llevará al mundo a
una sociedad armoniosa o si por el contrario llevará a una creación de híbridos
que no son realmente parte de un mundo ni de otro, es algo que el texto no
aclara. Es una reflexión que le deja al lector.
Si “La crisálida” muestra dos mundos en guerra fría,
casi subterránea y a punto de explotar, “Mil euros por tu vida” nos muestra dos
mundos que sin ser necesariamente amigos (por la sencilla razón de que uno
domina al otro), se asemejan cada vez más y más hasta casi fundirse, pero para
crear algo nuevo. Mejor o peor, no lo sabemos. En ambos textos, es el deseo de
lo exótico, mejor dicho de lo que no se tiene, lo que saca lo peor de los
personajes. El deseo de un cristal hermoso, que se hace pasar por el fruto
prohibido que es; el deseo de venganza, el “ojo por ojo” que lleva a una
carnicería; el deseo de vivir más allá de lo que se suponía posible, así haya
que quitarle al otro lo más íntimo que es su vida. Pero también está el deseo
de conocer, de saber del otro, que lleva a estos personajes a situaciones
límite, dentro de las cuales podemos ver un poco de su alma.
BIBLIOGRAFÍA:
- BARCELÓ, Elia, et. al. Futuros peligrosos. Madrid, Edelvive, 2008.
- COEN, Arrigo. “¿Género cientificticio o
fictocientífico?” en Visiones periféricas.
Buenos Aires – México, Lumen, 2001.
- DAMIÁN, Gabriela. “’Quizás quiso decir: Escritores’:
Escritoras de literatura fantástica y ciencia ficción”, artículo publicado en la
revista Castálida. Instituto
Mexiquense de Literatura, #38, verano de 2009.
- LÓPEZ, Lola. “(Fanta)ciencia ficción
hispanoamericana: Teoría y definición del género”, en Lo fantástico en Hispanoamérica. Lima, Cuerpo de la metáfora, 2011.
- MARTÍNEZ, Blanca. Cuentos
del archivo Hurus. México, Ediciones del Ermitaño, 1999 (2ª Ed.).
- _________________. Archivo Hurus II. México, Lectorum, 2001.