21.11.15

Diario de lectura: Microficción.




- El gato del viajero del tiempo. Alberto Chimal. Colección de microficción (algunas en formato de teatro) sobre el personaje del título... mejor dicho, el gato en cuestión, mascota del famoso Horacio Kustos (el viajero en cuestión, y personaje que aparece en muchas de las obras del maravilloso Chimal), es el pretexto para una serie de aventuras lúdicas por el tiempo, el lenguaje, la ciencia y el absurdo. 

Textos juguetones pero que dejan entrever profundas reflexiones detrás de sus planteamientos, cuya lectura divierte, fascina, intriga y hace pensar, todo ello a la vez. Una obra de grata lectura por parte de uno de los mejores escritores mexicanos actuales. Sumamente recomendado. 

Diario de lectura: Novela.




- A Lupita le gustaba planchar. Laura Esquivel. Una policía es testigo de un asesinato político insólito porque nadie ha podido deducir a ciencia cierta cuál fue el método utilizado para asesinar. A partir de este hecho la policía en cuestión, Lupita, se verá involucrada en una lucha entre dos fuerzas sumamente poderosas que la obligarán a enfrentarse a los demonios de su pasado. Pues quienes la persiguen son enemigos que no sólo pueden dañarla físicamente, sino también en el alma...

Si el best-seller anglosajón puede ser disfrutado sin tapujos pero cuesta justificar su presencia en ciertos ambientes literarios, su equivalente en español suele enfrentarse a más prejuicios --y si es un libro latinoamericano, más aún. Siendo justos, esta novela es un thriller a medias fantástico y que cumple con las reglas del género; y si su objetivo principal es entretener (y vender, claro está), también se permite ciertos apuntes sobre las complejas redes de corrupción que se ciernen sobre la política mexicana del siglo XXI. Cierto, el final (mejor dicho todo el tercer acto de la novela) resulta un poco forzado; pero si tomamos en cuenta el tema del destino que acaba siendo fundamental para resolver el misterio, entonces quizá no sea tan forzada la buena estrella que nuestra protagonista parece tener. Lo que tenemos, entonces, es un libro de intenciones más o menos ligeras, pero cuya lectura tiene también sus recompensas. 

Si lo que he escrito suena como una recomendación tibia o vacilante, será por los prejuicios a los que me he referido. Supongo que la mejor conclusión que puedo ofrecer es que será el lector quien dictamine su propio juicio sobre éste libro. 

Diario de lectura: Microficción.




- 100 relatos breves. Eduardo Galeano. Compilación de cien breves cuentos (algunos más bien son estampas, pero reunidos en éste conjunto pueden legítimamente ser leídos como cuentos) del gran narrador uruguayo Galeano. Se incluyen fragmentos de "Memoria del fuego", "El libro de los abrazos", "Las palabras andantes", "Días y noches de amor y de guerra", "El fútbol a sol y a sombra" e inclusive cuentos inéditos. 

Como corresponde al estilo de Galeano, hay aquí personajes históricos (y algunos contemporáneos) vueltos protagonistas de leyenda por medio del arte narrativa; hay relatos fantásticos que alcanzan un sentido casi mítico; hay también cuentos bellos en su simpleza, en su conseja de narrar por narrar. Hay, claro, un retrato no solo del continente americano, sino de la humanidad toda a lo largo de siglos de historia. Y finalmente hay lo que más se le pide a un libro de cuentos: Cuentos hermosos, cuya lectura es un placer. 

5.11.15

(Un ensayo de mi autoría)

Crítica social en los cuentos “La crisálida”, de Blanca Martínez (1998) y “Mil euros por tu vida”, de Elia Barceló (2008).

Fernando Brambila Ortega.

“La ciencia ficción apuntaría a una cognición, un conocimiento reflejo, una parábola sobre nuestro propio mundo observado desde una perspectiva extrañada.”
-- Pablo Capanna. El mundo de la ciencia ficción.

Si la ciencia ficción tiene algo de visionario, en la medida en que especula sobre los cambios que quizá se producirían con determinado avance tecnológico, o bien con determinado esclarecimiento sobre un misterio (si hay vida después de la muerte física o si hay vida inteligente en otros mundos, digamos), ya sea en el futuro, en un presente que imaginamos distinto al nuestro y hasta en un pasado distinto del que se supone que fue; si tiene algo de visionario, digo, también es un reflejo del presente en que es creada. A veces puede ser un reflejo del propio autor, que no su autobiografía maquillada. Pongamos por ejemplo a Octavia Butler, escritora estadounidense de ciencia ficción. Ella declaró con respecto a su novela Kindred (1979, acerca de una mujer que viaja en el tiempo para conocer íntimamente la historia de sus ancestros. Concretamente, la historia previa a la guerra civil de Estados Unidos, los plantíos esclavizados del sur):

“Pensé que sería bueno que la gente supiera qué se siente tener al mundo entero en tu contra.” [1]

Esta característica no es exclusiva del género; quizá sea común a toda la literatura o a todo arte, en muy distintos grados. Ahora bien, puesto que en la ciencia ficción los elementos “no realistas”[2] que se plantean a menudo cambian el mismo mundo en que el relato se desarrolla, algo nos dicen de cómo ve el mundo “real” su autor. Siguiendo esta idea, no es extraño que en muchas historias de ciencia ficción escritas en Español haya cierto análisis, cierta crítica social, a veces velada, a veces explícita. Para éste trabajo he decido tomar como ejemplo dos relatos del género escritos por dos autoras Españolas, publicados uno a finales del siglo XX y otro ya en el siglo XXI. Hay que mencionar que se trata además de dos autoras que, si bien no exiliadas, han escrito buena parte de su obra (y vivido buena parte de sus vidas) en otro país; una en México y la otra en Austria.

Blanca Martínez, quien también publica con el seudónimo “Blanca Mart”, escritora de origen catalán radicada en México, publicó el cuento “La crisálida” por primera vez en 1981 en España, en la revista “Nueva Dimensión”. Éste cuento fue después recopilado en la colección “Cuentos del Archivo Hurus”, publicado en México en 1998[3]. El archivo Hurus, según nos cuenta la propia autora en su introducción, es:

“Un oasis donde se guardan los conocimientos, donde se da asilo al perseguido, donde los caminos entre los soles son posibles”. [4]

En otras palabras, los cuentos de éste libro ocurren en la imaginación, en un lugar que puede servir como válvula de escape. Precisamente “La crisálida” toma lugar en un tiempo no especificado, presumiblemente el futuro (¿lejano? ¿cercano?): En un planeta Tierra donde los viajes a otros planetas son extremadamente comunes, e inclusive reglamentados, como vuelos internacionales. Y los terrestres conviven con los extraterrestres. Pero según averiguamos en el cuento, ésta convivencia no siempre es pacífica. Cuando la historia comienza, el protagonista y narrador, el piloto espacial terrestre Al Braker, recoge en su automóvil a una muchacha de cabello negro y piel rojiza: Una marciana. En el camino al espaciopuerto, el auto del piloto sufre una avería. Como es día de fiesta, tienen pocas posibilidades de conseguir que reparen el auto a tiempo. Ante esta situación, un mecánico le propone un trato a Braker: le reparará el auto a cambio de la muchacha. Y es que existe un tráfico de marcianos debido a un proceso conocido como la “cristalización”: Si se le inyecta helio congelado a una persona marciana en las venas, el cuerpo de ésta se reduce a un estado de joya, de una piedra “brillante como una lágrima eternizada”.
Sin importarle mucho el destino de la muchacha, Braker inclusive ayuda a capturarla, someterla y finalmente venderla en calidad de objeto.
Hecha esta transacción, Braker llega a su trabajo, pero descubre que el copiloto que tiene asignado es también marciano. Para ser exactos, es un agente que estaba siguiendo a la muchacha, la cual se encontraba en la Tierra de manera ilegal. El marciano somete a Braker y le obliga a decirle lo que pasó. A continuación llama al mecánico y lo amenaza hasta conseguir que le devuelvan a la muchacha. Finalmente, los marcianos y Braker llegan a Marte. Ahí, ella recupera su forma real y él es consignado a dos guardias, los cuales lo narcotizan, y cuando Braker despierta, se descubre en las siguientes condiciones:

¡Mi pierna! ¿Dónde estaba mi pierna? No la tenía.
¿Y mis brazos? ¡Eran de piedra!
(…) Miré hacia arriba. El disco rojo del dios de Marte colgaba en lo alto y el Sol restallaba en él hasta la desesperación. ¡Qué bello era! ¡Y qué horror! ¡Crueles! ¡Crueles con un salvajismo vengativo e irrevocable!
Yo hubiera hecho lo mismo con ellos.
Iba a gritar. Tengo que gritar.
Al Braker. Piloto espacial Al Braker. No puedo gritar.
Y es que las piedras no gritan.[5]

Además de ser una historia de venganza y de aventuras espaciales, éste relato permite una lectura alegórica. Es significativo el hecho de que el personaje que al principio es víctima y que luego es vengado sea una inmigrante ilegal, en este caso de otro planeta en lugar de un país del tercer mundo. Por su parte, Braker constantemente habla de los marcianos, a los cuales percibe como seres a la vez atractivos e irritantes. De entrada, las relaciones entre ambos mundos son, como él mismo lo narra:

“La situación es ésta: nuestras relaciones con Marte son estrictamente comerciales. Hay productos mutuos que nos interesan. Pero son relaciones frías, por no decir heladas.”[6]

Al propio Braker, los Marcianos le resultan atractivos pero también le irritan sobremanera. ¿Qué es lo que le resulta irritante de ellos? Simplemente que no son impulsivos y agresivos como sí lo es él.  A lo largo del texto ésta posición se vuelve cada vez más clara. Desde esto, al principio del cuento:

“Los marcianos tenían fama de amables. Eran cultos y buenos conversadores. Poseían una belleza delicada y dura, y junto a todas esas facultades, la de irritarme con extrema perfección.”[7]

Hasta casi el final:

Miré a la gente. Qué hermosos eran: los hombres, las mujeres. Con aquella expresión benévola, con el disco rojo del dios de Marte en sus túnicas o en su pelo.
No había gritos ni carreras. Dureza y suavidad. Terciopelo y brillantes. Roca y pétalos de rosa. Siempre razonables y amables. ¡Cielos, cómo los odiaba!
Me gusta la gente violenta: por lo menos sé a qué atenerme. Pero aquellos seres seudoperfectos irritaban a cualquiera.[8]

El trasfondo de éste relato, la discriminación racial, resulta más bien evidente, creo, y el uso del color rojo para describir a los marcianos tiene un doble sentido. Por un lado es literal: son los habitantes del “planeta rojo”. Por otro lado, el personaje Braker los ve de una manera que recuerda las descripciones que hacían los conquistadores europeos de los americanos. O inclusive de los Nativos Americanos, como sería el caso de Estados Unidos, con el epíteto “redskins”, pieles rojas. Es significativo también que el marciano consigue sacar a su compatriota de la tierra disfrazándola de fruto exótico. Además, el odio que Braker siente hacia los marcianos es un reflejo de una actitud generalizad en su mundo. Cuando se le ofrece la posibilidad de vender a la muchacha, vence cualquier remordimiento posible con un sencillo argumento:

No tenía que molestarme por nadie, por supuesto, y menos aún por ella: por una maldita marciana nadie mueve un maldito dedo.[9]

La razón por la que Braker la recogió en su auto es porque pensaba “pasar un buen rato” con ella, ya que él recién había tenido una pelea con su “anterior conquista”. El único otro terrestre que conocemos, el mecánico, sólo la ve como un objeto con el cual comerciar, piensa venderle la crisálida a un cliente especial (y así se sugiere que existe toda una red de tráfico de personas). Ante esta situación, los marcianos, a pesar de que Braker insiste en que son fríos y que siempre tienen una expresión benévola, terminan por tomar represalias tan violentas y soterradas como las de los terrícolas: Para conseguir que el mecánico les devuelva a la muchacha, lo amenazan con matarle a su familia. Y al final Braker sufre el mismo destino que probablemente han sufrido muchos marcianos, y hasta cabe preguntarse si otros tantos terrestres estarán en las mismas condiciones que él. Así, lo que al principio parecía una convivencia estable, si bien fría, entre dos mundos, comienza a volverse una guerra velada.

Elia Barceló, nacida en Alicante y residente en Austria, publicó en el año 2008 la colección de cuentos “Futuros peligrosos”, uno de los cuales es el texto que ahora procedo a comentar, “Mil euros por tu vida”. Como lo anuncia el título de la colección, éste relato ocurre en el futuro; para ser exactos, después del año 2030. Cuando la historia empieza, conocemos a Abraham y a Sarah, dos jóvenes africanos (él es Malí y ella Etíope), quienes han tenido la ¿suerte? de haber sido elegidos entre más de mil candidatos para un procedimiento novedoso que es conocido como la transferencia. Un adinerado matrimonio de ancianos Españoles, Cristófol y Anna, han adquirido los cuerpos de los jóvenes africanos para transferir su mente a ellos, y así gozar de una segunda juventud sin por ello perder sus lujos ni sus propiedades. Aunque éste proceso impacta a sus hijos, quienes les retiran el habla, no les importa y se sienten felices. Pero Abraham y Sarah no desaparecen. Mientras los ancianos duermen, los jóvenes recuperan sus cuerpos durante cuatro horas. Siempre durante la noche y sin la posibilidad de huir, pues los ancianos han apostado guardias alrededor para que no huyan de la casa.
Crtistófol y Anna son felices de ésta manera, e inclusive reviven la pasión de su matrimonio –aunque procuran no dormir en la misma cama, para que los jóvenes no vayan a comunicarse entre ellos. Pero esto ocurre de todos modos: Abraham y Sarah llegan a encontrarse vagando en la mansión por la noche. Cada uno halla en el otro alguien con quien compartir el dolor de lo que les ha sucedido: Vender sus vidas por unos cuantos euros (que se supone ayudarán a sus respectivas familias en sus ya lejanas patrias). Y con el tiempo, Abraham y Sarah acaban también por ser amantes.
Abraham y Cristófol no quieren saber nada el uno del otro. Cristófol desconfía del joven africano que habita y está seguro de que en cualquier momento intentará cobrar venganza. Abraham odia al viejo europeo que lo habita y siente que lo ha comprado como si fuera “una bestia de feria”. Los dos hombres se hace incluso pequeñas bromas pesadas en el mismo cuerpo, como dos niños: Cristófol hace que se rasure el cabello (con lo cual pierde sus rastas) y Abraham come chocolate (alimento que se supone tiene prohibido) y no se molesta en lavarse los dientes, sólo para que Cristófol despierte con mal aliento.
En cambio, Sarah y Anna se comunican por medio de un diario. Cada una aprende de la otra y se escriben mensajes. Aunque comprenden su situación: Anna se siente culpable de quedarse con la vida de otra y Sarah está ambivalente. Por otro lado, descubren que cada una ha adquirido habilidades de la otra. Ahora, Sarah sabe tocar el piano y Anna sabe anudar alfombras, conocimientos de los que carecían. Y esta comunicación les será fundamental cuando han de revelarle algo importante a sus respetivos compañeros: están embarazadas.
¿De quién sería el bebé, de los africanos o de los europeos? La única respuesta posible es: De ambas parejas, de los cuatro. Las mujeres consiguen calmar la furia de ambos hombres. Anna razona que, puesto que lo tienen todo, le darán a su hijo todo lo que unos padres pueden darle. Sarah propone que durante cuatro horas al día tendrán a su hijo, y le enseñarán de dónde viene, quién es y cuál es su responsabilidad.
El cuento cierra con los siguientes datos:

Isaac Peyró Saladriga nació el 7 de Abril de 2033 en la Clínica de Nuestra Señora de la Concepción, en Barcelona. Ojos negros, piel oscura. Tres kilos, quinientos gramos. Cincuenta y cuatro centímetros. Parto natural.
Fue el primer niño Europeo nacido de padres Ocupantes de un cuerpo anfitrión.
En la actualidad, la Unión Europea cuenta con 3386 transferidos y hay 514 niños nacidos de este tipo de parejas, sin contar los nacimientos de parejas mixtas, en las cuales sólo uno de los progenitores es un transferido. Todos los nacidos pertenecen socialmente a las clases más elevadas.
(…)
La Iglesia Católica sigue rechazando la Transferencia, aunque aún no ha entrado en vigor la propuesta de los obispos del tercer mundo para excomulgar a quienes la practican. Socialmente, la aceptación de esta práctica es cada vez mayor.”[10]

Aquí el tema de las relaciones entre el primer y el tercer mundo es más bien explícito. Sin embargo, el final plantea una situación interesante: La siguiente generación ya no será exactamente Europea (mejor dicho blanca), sino mayoritariamente “de color”[11], y con los privilegios monetarios de los Europeos. Pareciera ser que el viejo mundo terminará por fundirse en razas que suponía conquistadas, pero por otra parte hay varias complejidades en juego, como el hecho de que los ocupantes siguen teniendo mayores horas de tiempo; es decir: mayor voz y voto. Si la historia de éste cuarteto viene a ser una pauta a seguir, probablemente habrá voces conciliadoras que atemperen la violencia, pero si esto llevará al mundo a una sociedad armoniosa o si por el contrario llevará a una creación de híbridos que no son realmente parte de un mundo ni de otro, es algo que el texto no aclara. Es una reflexión que le deja al lector.

Si “La crisálida” muestra dos mundos en guerra fría, casi subterránea y a punto de explotar, “Mil euros por tu vida” nos muestra dos mundos que sin ser necesariamente amigos (por la sencilla razón de que uno domina al otro), se asemejan cada vez más y más hasta casi fundirse, pero para crear algo nuevo. Mejor o peor, no lo sabemos. En ambos textos, es el deseo de lo exótico, mejor dicho de lo que no se tiene, lo que saca lo peor de los personajes. El deseo de un cristal hermoso, que se hace pasar por el fruto prohibido que es; el deseo de venganza, el “ojo por ojo” que lleva a una carnicería; el deseo de vivir más allá de lo que se suponía posible, así haya que quitarle al otro lo más íntimo que es su vida. Pero también está el deseo de conocer, de saber del otro, que lleva a estos personajes a situaciones límite, dentro de las cuales podemos ver un poco de su alma.





BIBLIOGRAFÍA:

-       BARCELÓ, Elia, et. al. Futuros peligrosos. Madrid, Edelvive, 2008.
-       COEN, Arrigo. “¿Género cientificticio o fictocientífico?” en Visiones periféricas. Buenos Aires – México, Lumen, 2001.
-       DAMIÁN, Gabriela. “’Quizás quiso decir: Escritores’: Escritoras de literatura fantástica y ciencia ficción”, artículo publicado en la revista Castálida. Instituto Mexiquense de Literatura, #38, verano de 2009.
-       JÁTIVA, Juan Manuel. “A la gente le gustaría tener poderes especiales y cortar cabezas: Entrevista con Elia Barceló”, 2013. Consultado en Abril de 2015 en: http://ccaa.elpais.com/ccaa/2013/08/25/valencia/1377427068_268133.html
-       LÓPEZ, Lola. “(Fanta)ciencia ficción hispanoamericana: Teoría y definición del género”, en Lo fantástico en Hispanoamérica. Lima, Cuerpo de la metáfora, 2011.
-       MARTÍNEZ, Blanca. Cuentos del archivo Hurus. México, Ediciones del Ermitaño, 1999 (2ª Ed.). 
-       _________________. Archivo Hurus II. México, Lectorum, 2001. 
-       ROBLES MORENO, Lola. “Sobre Blanca Martínez”, 2008. Consultado en Julio de 2015 en: http://escritorasfantastikas.blogspot.mx/2008/09/sobre-blanca-martnez.html




[1] Citado en DAMIÁN MIRAVETE, Gabriela, pp. 56.
[2] Y con esto me refiero simplemente a los elementos en el texto que no existen en la realidad inmediata extratextual. Por supuesto, muchas veces se trata de invenciones basadas en teorías a veces consideradas del todo posibles en el momento en que el texto fue creado. A veces, también, puede ocurrir que algunas de esas invenciones lleguen a existir en la realidad posterior. Pero precisamente porque son posteriores, es algo que no altera el texto en sí, aunque puede modificar nuestra percepción de éste.
[3] Por lo tanto tomo la fecha de aparición del texto en un libro, 1998, como la fecha “oficial”, en tanto que es la versión definitiva.
[4] MARTÍNEZ, 1999. Pp. 9.
[5] MARTÍNEZ, Op. Cit. Pp. 27.
[6] Íbid, Pp. 14.
[7] Íbid. Pp. 12.
[8] Íbid, pp. 26.
[9] Íbid, pp. 17.
[10] BARCELÓ, Elia. Op. Cit. Pp. 30.
[11] Y conviene recordar que el término “persona de color” no se refiere únicamente a gente de raza negra, como podría pensarse, sino de hecho a todas las razas no caucásicas.