27.5.17

Diario de lectura.


Reto de lectura, Mayo: Leer sólo colecciones de cuentos y / o de ensayos. 



- Diez. Juan Emar. El chileno Álvarez Yáñez comenzó en 1923 una carrera de columnista con el seudónimo “Juan Emar” (es decir “J’en ai marre”, “Estoy hasta la coronilla”). Y desde 1935 comenzó una carrera literaria que produjo cinco libros: “Miltín, 1934”, “Ayer”, “Un año”, la inclasificable y larguísima “Umbral”, y este, “Diez”, su libro más famoso. Una colección de cuentos que se estructura como “Cuatro animales, tres mujeres, dos sitios y un vicio”. Por sí solo éste libro constituye una de las obras mas sui generis de la literatura chilena. Y se trata de cuentos… ¿De cuentos qué? 

Porque Ignacio Valente llamó a Emar “el metafísico, el fantástico, el visionario, el loco, el inocente, el paradisíaco, la exótica flor de maravilla que ha crecido en el medio gris y opaco de nuestra narrativa”. 

Y Pablo Neruda lo llamó “nuestro Kafka”. 

Y César Aira le atribuyó “un encanto raro, patafísico, emparentado con el de otros grandes solitarios como Efrén Hernández, Pablo Palacio, Macedonio Fernández”. 

Y Pablo Brodsy, en cambio, lo señala como un autor ocultista y esotérico y por esto emparentado, que no hermanado, con Gabriela Mistral. 

Y Álvaro Bisama señala que “Diez es alternativamente un libro iniciático y una colección de chistes crueles que dinamitan cualquier presunción de realismo". 

Y claro, probablemente sería posible leer estos cuentos dentro de muchas acepciones más. Fantástico, surrealista, onírico, pariente literario de Francisco Tario o de Guadalupe Dueñas, Rabelais del siglo XX, parodia de la literatura chilena decimonónica, antecesor de Manuel Rojas… Etcétera. 

Lo que ocurre, entonces, es que Emar en general y Diez en particular pertenece más bien a esa corriente que son los autores insólitos y, sí, raros, que los hay en prácticamente toda la literatura universal. 

(Y Mario González Suárez argumenta que en un canon literario podrá haber uno o dos raros, pero no doce o más. Es preciso responder que es tan enorme la cantidad de escritores en todo el orbe y en todos los tiempos, que nada tiene de imposible la multiplicidad de raros, de extraños)

¿Qué se puede hacer con estos cuentos? Pues leerlos y disfrutarlos, con una u otra clave de lectura. ¿Es “El pájaro verde” una parodia de Flaubert, es un cuento del absurdo? Los dos y mucho más. ¿Es “Pibesa” un relato onírico, un relato surrealista, una alegoría de relaciones disfuncionales? Las tres y más que se proponga. La verdadera virtud de este libro, creo, es el hecho de ser una obra pura y completamente literaria, en la que las señas con respecto al mundo real son tan amplias que pierden sentido. Es, y aquí de nuevo aludimos a Bisama, la novela que redacta un lector antes que un iluminado. 

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