NOTA: Originalmente presentado en el IV congreso latinoamericano de literatura fantástica.
Sombras
monstruosas del pasado en “Miedo Genital”, de Lorenzo León (1991).
Fernando Brambila Ortega.
El cuento fantástico ha contado con una buena
cantidad de cultivadores en México desde finales del siglo XIX y hasta el
presente siglo, apunta el académico Francisco Javier Ordiz Vázquez[1].
Y según nos dice, se ha presentado por lo menos en cuatro vertientes:
-
Lo maravilloso
(ejemplos: Alberto Chimal, Mario González Suárez, algunos relatos de Emiliano
González. Discutiblemente, textos considerados dentro de vertientes como el
“Realismo Mágico”. Ergo, autores como Juan Rulfo e inclusive Laura Esquivel).
-
El neofantástico
(ejemplos: Francisco Tario, Homero Aridjis).
-
El fantástico
clásico (ejemplos: José Emilio Pacheco, Carlos Fuentes, Ignacio Solares).
-
Y como
“subgénero que se mueve en el ámbito formal de lo fantástico clásico”: El
relato de horror (ejemplos: De nuevo Emiliano González[2],
José Luis Zárate, Adriana Díaz Enciso, Ricardo Bernal, Lorenzo León).
Es de este último autor que hablaré a continuación;
concretamente de una de sus dos obras de horror hasta el momento. “Miedo
genital”, libro aparecido en 1991 y que de entrada puede leerse o bien como una
colección de cuentos a veces interconectados o bien como una novela dividida en
relatos.
Lorenzo León Diez (o simplemente “Lorenzo León”, como
se le suele acreditar) nació en la Ciudad de México en 1953. Su carrera se
divide entre el periodismo, la crítica y la literatura. En éste último rubro ha
cubierto diversos géneros. El realismo urbano en el libro de cuentos “Los hijos
de las cosas” (1985), el erotismo en la novela “Fragmente: Diario de un adicto
al sexo” (2008), y la vertiente que aquí nos interesa: El horror. Su aportación
a éste han sido principalmente dos obras: El libro de cuentos “La realidad
envenenada” (1986; después reeditada y ampliada en el 2007) y, por supuesto,
“Miedo genital”.
Lo primero que llama la atención de éste último libro
es el título. Y es literal, pues el miedo que describen sus relatos es tanto
Genésico (terrores que vienen desde el origen de la vida en el planeta) como
sexual. A este respecto, el propio León dijo en una entrevista que:
“Estoy sólo
actualizando ideas antiguas, fundamentalmente de Lovecraft, en el cual el
horror viene de lo exterior, de
los planetas, o de lo interior, de las grutas, los subterráneos. Lo estoy
actualizando en muchos aspectos, como el horror de lo fisiológico, la
enfermedad, la corrupción a partir de la decadencia ecológica o de la
contaminación industrial.[3]”
Terrores que vienen del interior y de lo fisiológico,
ese es el tema central de ésta obra. Casi todos los relatos de éste libro
esbozan la historia de un acontecimiento macabro ocurrido en un pueblo llamado
Cárdenas –los dos primeros, “Dreínicos” y “El bastardo”, y los últimos nueve,
precisamente reunidos bajo el título “Miedo genital”. Hay otros cinco relatos
incluidos en el libro y que si bien pueden leerse como relaciones
independientes (ninguno de ellos alude al pueblo de Cárdenas), también se puede
argumentar que toman lugar en el mismo espacio literario, uno de monstruos
surgidos de lo más profundo de la tierra a la vez que del pasado histórico.
Me centraré aquí en el relato de Cárdenas. En el
cuento “Dreínicos” se nos dice que se trata de un pueblo agrícola al sur del
país, entre plantaciones de café. Un reportero cuyo nombre ignoramos recibe en
1960 el aviso de un acontecimiento extraño: En Cárdenas ha aparecido una plaga
de creaturas que surgen del drenaje profundo (de ahí el término “dreínicos”),
que asemejan seres humanos de proporciones deformes. Estos seres comienzan a
violar a diversas mujeres del pueblo, las cuales quedan encintas y dan a luz a
más monstruos.
En “El bastardo”, una anciana viaja a Cárdenas en
busca de su hija, Beatriz, a la que sospecha víctima de un marido celoso. Pero
la verdad es que Beatriz dio a luz a un monstruo, hecho que la hizo perder la
razón. Desde entonces, la familia la tiene encerrada en el sótano.
En la novela corta “Miedo genital” avanzamos a 1988. Un
segundo reportero, cuyo nombre tampoco conocemos, decide averiguar qué fue lo
que pasó en 1961 en el pueblo de Cárdenas, el cual desde entonces ha sido
borrado de la historia oficial. Por medio de entrevistas a los pocos
sobrevivientes que encuentra, se entera de que Cárdenas fue originalmente un
pueblo fundado en 1902 alrededor de un pozo petrolero. Al parecer, los seres
que aparecieron en 1960 era una especie de trilobites que despertaron y
subieron a la superficie debido a un proyecto encubierto de reabrir los pozos
petroleros.
Cuando los monstruos surgieron, la población entró en
pánico. Buscaron refugio en la iglesia, pero el sacerdote del pueblo, quien
creía que la plaga de monstruos era un castigo divino, fue suplantado por un
anciano Nahoa (o Nahua, u Olmeca), quien vaticinó que la plaga anunciaba el
regreso del dios Chapopotéotl.
En 1961 los pocos sobrevivientes humanos de Cárdenas
y sus hijos monstruosos formaron un culto a Chapopotéotl, que según diversos
testigos significa “Dios del humo”, “Dios del aceite”, “Fuego Humeante” o bien
“Monstruo de la tierra”.
Finalmente todo el pueblo fue exterminado por el
ejército, tras lo cual el gobierno dio la orden de clausurar el pueblo y de
borrar el nombre de Cárdenas de todo mapa, libro de historia e informe oficial.
Las referencias literarias son claras. En primera el
relato “The shadow over Innsmouth” (publicado en 1931), de H. P. Lovecraft, en
que un pueblo costero inicia un culto a un monstruo marino y comienza un
mestizaje que resulta en híbridos monstruosos, entre humanos y peces. Pero
también recuerda relatos posteriores como el cuento “The skins of the fathers”,
de Clive Barker (aparecido en 1984) y la novela “The cellar”, de Richard Laymon
(1980). En ambos relatos aparece el tema de monstruos prehistóricos que se
reproducen con seres humanos por medio de violaciones. En el cuento de Barker
los monstruos surgen de una caverna en el desierto, y en la novela de Laymon,
en el sótano de una casa victoriana.
Pero ciertos rasgos de la obra de León cobran un
matiz importante en su país de origen. De entrada, aunque los monstruos son
seres prehistóricos, terminan por remitir más bien al pasado prehispánico, con
el enlace a dioses y a cultos antiguos. La sexualidad que los monstruos desatan
al principio se toma como algo pecaminoso y que debe de ser ocultado, como
ocurre en el cuento “El bastardo”. Pero una vez que impera el culto a
Chapopotéotl, la sexualidad reprimida de los pobladores se desata, y celebran
orgías presididas por el anciano Nahua, que ejerce de brujo-sacerdote. Este
anciano había sido llamado “mensajero de Gomorra” por el sacerdote cristiano al
que desplazó. Y en sus ritos resucita incluso las lenguas indígenas que estaban
casi en el olvido.
Que la noticia fuera reprimida violentamente, con
intervención militar y que después se dejara fuera de la historia oficial es
algo de mucha resonancia en México (y realmente en toda Latinoamérica, y más
allá). Hace pensar en hechos claves en la historia del país como la masacre de
1968 en Tlatelolco, que precisamente fue perpetrada por el ejército y se
intentó borrar de la historia oficial.
El nombre “Cárdenas” en relación con el petróleo
tampoco es incidental. Recuerda a Lázaro Cárdenas del Río, presidente de México
de 1934 a 1940 y que entre otros actos es recordado precisamente por la
expropiación petrolera. Como cité arriba, León considera que la corrupción en
su relato viene de la decadencia ecológica y de la contaminación industrial. No
es incidental que los monstruos despierten a raíz de un proyecto para extraer
petróleo, ni que se asocien con la contaminación, desde que surgen del drenaje
e infectan a los seres humanos en lo más íntimo. Y así como el petróleo se
forma de los restos de fósiles, los propios monstruos son algo que estaba vivo
en el pasado remoto y que en el presente cobran una nueva existencia, la cual
es amenazadora.
Pero con eso surge una interesante complicación: los
monstruos de éste relato representan todo lo que se oculta y se quiere
reprimir. Causan repulsión a todos los testigos que el narrador interroga. Pero
estos son testigos que huyeron del pueblo y que cual más cual menos se
benefician de la desaparición que el gobierno forzó sobre Cárdenas. Como toda
la historia la conocemos de segunda mano, por medio del testimonio de dos
reporteros que no estuvieron presentes en el lugar de los hechos, es posible
dudar de la sinceridad de los entrevistados. Y en el temor a las raíces indígenas que yacen debajo de los
templos cristianos hay cierta culpa por el pasado colonial, como también cierto
sentimiento racista y resentido. Cabría preguntarse qué tan distinta sería la
historia contada por los habitantes de Cárdenas que no huyeron, que no
intentaron explicar los hechos a la luz del raciocinio al estilo europeo.
En 1973, el escritor mexicano Emiliano González dijo
en una antología, al hablar del relato de terror en Castellano, que:
“Pocas veces
nos permitimos el juego del horror cósmico y el pánico interestelar. De Poe a
Lovecraft preferimos a Poe.[4]”
Quizá sea cierto en sentido estricto. Pero el tema
del pasado prehispánico que irrumpe violentamente en el presente es un tópico
que aparece con cierta frecuencia en la narrativa de terror Latinoamericana.
Consideremos, por ejemplo, los cuentos “Huitzilopochtli”, de Rubén Darío, “Las
sombras de la catedral”, de Doris Camarena, y “La fiesta brava”, de José Emilio
Pacheco. O las novelas “La resurrección de los ídolos” de Juan José Tablada,
“La diabólica santa de las tijeras”, de Juan Trigos, y “La leyenda de los
soles”, de Homero Aridjis. Mas otros muchos ejemplos.
En este caso, León ha combinado ambas vertientes, la
fantasía de referentes previos a la conquista y el horror cósmico para crear
una obra grotesca y espeluznante pero que por debajo del impacto inicial tiene
una reflexión más compleja acerca de nuestra relación con el pasado. Con lo
siniestro, aquello que nos es a la vez ajeno y familiar y que produce miedo
precisamente porque es todo lo reprimido y censurado, ya sea por la psique, por
la familia, por la sociedad o por el gobierno. Sombras del pasado que se
vuelven monstruosas.
BIBLIOGRAFÍA:
-
BARKER, Clive. Books of blood: Volumes # 1 – 3.
Berkeley; New York, 1998.
-
GONZÁLEZ,
Emiliano. “Introducción” a Miedo en
castellano: 28 relatos de lo macabro y lo fantástico. Samo; México, 1973.
-
LEÓN, Lorenzo. Miedo genital. Joaquín Mortiz; México,
1989.
-
____________. La realidad envenenada o “De la arquitectura
del horror”. Almadía; México, 2007.
-
JIMÉNEZ, Arturo.
En México hacen falta más autores de
cuentos de terror. Entrevista con Lorenzo León publicada en La Jornada, 22
mayo de 2007. Consultado en línea en el enlace: http://www.jornada.unam.mx/2007/05/22/index.php?section=cultura&article=a07n1cul
-
LAYMON, Richard.
The cellar. Headline; Glasgow, 1980.
-
LLOPIS, Rafael. Los mitos de Cthulhu. Alianza Editorial;
Madrid, 2003 (6ª Edición).
-
MARTÍNEZ DE
MINGO, Luis. Miedo y literatura.
Edaf; Buenos Aires, 2004.
-
NAVARRO, Antonio
José (ed.). La nueva carne: Una estética
perversa del cuerpo. Valdemar; Madrid, 2002.
-
OLEA FRANCO,
Rafael. En el reino fantástico de los
aparecidos. Colegio de México; México, 2004.
-
ORDIZ VÁZQUEZ,
F. Javier. “Incursiones en el reino de lo insólito: Lo fantástico, lo
neofantástico y lo maravilloso en la narrativa mexicana contemporánea”.
Recopilado en: Tendencias de la narrativa
mexicana actual, editado por José Carlos González Boixo. Iberoamericana; Madrid, 2009.
-
PELAN, John, y
Benjamin Adams (eds.). The children of
Cthulhu. Del Rey; New York, 2002.
[1] Véase su
ensayo citado en la Bibliografía.
[2] Ordiz
Vázquez ubica su relato “Rudisbroeck o los autómatas” en el ambiente de lo
maravilloso y su novela corta “Casa de horror y de magia” en el del relato de
horror.
[3] En la
entrevista citada en la Bibliografía.
[4] GONZÁLEZ,
Emiliano. Obra citada en la Bibliografía.
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