31.10.17

Ensayo.


NOTA: Originalmente presentado en el IV congreso latinoamericano de literatura fantástica. 


Sombras monstruosas del pasado en “Miedo Genital”, de Lorenzo León (1991).

Fernando Brambila Ortega.


El cuento fantástico ha contado con una buena cantidad de cultivadores en México desde finales del siglo XIX y hasta el presente siglo, apunta el académico Francisco Javier Ordiz Vázquez[1]. Y según nos dice, se ha presentado por lo menos en cuatro vertientes:

-       Lo maravilloso (ejemplos: Alberto Chimal, Mario González Suárez, algunos relatos de Emiliano González. Discutiblemente, textos considerados dentro de vertientes como el “Realismo Mágico”. Ergo, autores como Juan Rulfo e inclusive Laura Esquivel).
-       El neofantástico (ejemplos: Francisco Tario, Homero Aridjis).
-       El fantástico clásico (ejemplos: José Emilio Pacheco, Carlos Fuentes, Ignacio Solares).
-       Y como “subgénero que se mueve en el ámbito formal de lo fantástico clásico”: El relato de horror (ejemplos: De nuevo Emiliano González[2], José Luis Zárate, Adriana Díaz Enciso, Ricardo Bernal, Lorenzo León).

Es de este último autor que hablaré a continuación; concretamente de una de sus dos obras de horror hasta el momento. “Miedo genital”, libro aparecido en 1991 y que de entrada puede leerse o bien como una colección de cuentos a veces interconectados o bien como una novela dividida en relatos.

Lorenzo León Diez (o simplemente “Lorenzo León”, como se le suele acreditar) nació en la Ciudad de México en 1953. Su carrera se divide entre el periodismo, la crítica y la literatura. En éste último rubro ha cubierto diversos géneros. El realismo urbano en el libro de cuentos “Los hijos de las cosas” (1985), el erotismo en la novela “Fragmente: Diario de un adicto al sexo” (2008), y la vertiente que aquí nos interesa: El horror. Su aportación a éste han sido principalmente dos obras: El libro de cuentos “La realidad envenenada” (1986; después reeditada y ampliada en el 2007) y, por supuesto, “Miedo genital”.



Lo primero que llama la atención de éste último libro es el título. Y es literal, pues el miedo que describen sus relatos es tanto Genésico (terrores que vienen desde el origen de la vida en el planeta) como sexual. A este respecto, el propio León dijo en una entrevista que:

“Estoy sólo actualizando ideas antiguas, fundamentalmente de Lovecraft, en el cual el horror  viene de lo exterior, de los planetas, o de lo interior, de las grutas, los subterráneos. Lo estoy actualizando en muchos aspectos, como el horror de lo fisiológico, la enfermedad, la corrupción a partir de la decadencia ecológica o de la contaminación industrial.[3]

Terrores que vienen del interior y de lo fisiológico, ese es el tema central de ésta obra. Casi todos los relatos de éste libro esbozan la historia de un acontecimiento macabro ocurrido en un pueblo llamado Cárdenas –los dos primeros, “Dreínicos” y “El bastardo”, y los últimos nueve, precisamente reunidos bajo el título “Miedo genital”. Hay otros cinco relatos incluidos en el libro y que si bien pueden leerse como relaciones independientes (ninguno de ellos alude al pueblo de Cárdenas), también se puede argumentar que toman lugar en el mismo espacio literario, uno de monstruos surgidos de lo más profundo de la tierra a la vez que del pasado histórico.

Me centraré aquí en el relato de Cárdenas. En el cuento “Dreínicos” se nos dice que se trata de un pueblo agrícola al sur del país, entre plantaciones de café. Un reportero cuyo nombre ignoramos recibe en 1960 el aviso de un acontecimiento extraño: En Cárdenas ha aparecido una plaga de creaturas que surgen del drenaje profundo (de ahí el término “dreínicos”), que asemejan seres humanos de proporciones deformes. Estos seres comienzan a violar a diversas mujeres del pueblo, las cuales quedan encintas y dan a luz a más monstruos.

En “El bastardo”, una anciana viaja a Cárdenas en busca de su hija, Beatriz, a la que sospecha víctima de un marido celoso. Pero la verdad es que Beatriz dio a luz a un monstruo, hecho que la hizo perder la razón. Desde entonces, la familia la tiene encerrada en el sótano.



En la novela corta “Miedo genital” avanzamos a 1988. Un segundo reportero, cuyo nombre tampoco conocemos, decide averiguar qué fue lo que pasó en 1961 en el pueblo de Cárdenas, el cual desde entonces ha sido borrado de la historia oficial. Por medio de entrevistas a los pocos sobrevivientes que encuentra, se entera de que Cárdenas fue originalmente un pueblo fundado en 1902 alrededor de un pozo petrolero. Al parecer, los seres que aparecieron en 1960 era una especie de trilobites que despertaron y subieron a la superficie debido a un proyecto encubierto de reabrir los pozos petroleros.

Cuando los monstruos surgieron, la población entró en pánico. Buscaron refugio en la iglesia, pero el sacerdote del pueblo, quien creía que la plaga de monstruos era un castigo divino, fue suplantado por un anciano Nahoa (o Nahua, u Olmeca), quien vaticinó que la plaga anunciaba el regreso del dios Chapopotéotl.

En 1961 los pocos sobrevivientes humanos de Cárdenas y sus hijos monstruosos formaron un culto a Chapopotéotl, que según diversos testigos significa “Dios del humo”, “Dios del aceite”, “Fuego Humeante” o bien “Monstruo de la tierra”.

Finalmente todo el pueblo fue exterminado por el ejército, tras lo cual el gobierno dio la orden de clausurar el pueblo y de borrar el nombre de Cárdenas de todo mapa, libro de historia e informe oficial.

Las referencias literarias son claras. En primera el relato “The shadow over Innsmouth” (publicado en 1931), de H. P. Lovecraft, en que un pueblo costero inicia un culto a un monstruo marino y comienza un mestizaje que resulta en híbridos monstruosos, entre humanos y peces. Pero también recuerda relatos posteriores como el cuento “The skins of the fathers”, de Clive Barker (aparecido en 1984) y la novela “The cellar”, de Richard Laymon (1980). En ambos relatos aparece el tema de monstruos prehistóricos que se reproducen con seres humanos por medio de violaciones. En el cuento de Barker los monstruos surgen de una caverna en el desierto, y en la novela de Laymon, en el sótano de una casa victoriana.




Pero ciertos rasgos de la obra de León cobran un matiz importante en su país de origen. De entrada, aunque los monstruos son seres prehistóricos, terminan por remitir más bien al pasado prehispánico, con el enlace a dioses y a cultos antiguos. La sexualidad que los monstruos desatan al principio se toma como algo pecaminoso y que debe de ser ocultado, como ocurre en el cuento “El bastardo”. Pero una vez que impera el culto a Chapopotéotl, la sexualidad reprimida de los pobladores se desata, y celebran orgías presididas por el anciano Nahua, que ejerce de brujo-sacerdote. Este anciano había sido llamado “mensajero de Gomorra” por el sacerdote cristiano al que desplazó. Y en sus ritos resucita incluso las lenguas indígenas que estaban casi en el olvido.

Que la noticia fuera reprimida violentamente, con intervención militar y que después se dejara fuera de la historia oficial es algo de mucha resonancia en México (y realmente en toda Latinoamérica, y más allá). Hace pensar en hechos claves en la historia del país como la masacre de 1968 en Tlatelolco, que precisamente fue perpetrada por el ejército y se intentó borrar de la historia oficial.

El nombre “Cárdenas” en relación con el petróleo tampoco es incidental. Recuerda a Lázaro Cárdenas del Río, presidente de México de 1934 a 1940 y que entre otros actos es recordado precisamente por la expropiación petrolera. Como cité arriba, León considera que la corrupción en su relato viene de la decadencia ecológica y de la contaminación industrial. No es incidental que los monstruos despierten a raíz de un proyecto para extraer petróleo, ni que se asocien con la contaminación, desde que surgen del drenaje e infectan a los seres humanos en lo más íntimo. Y así como el petróleo se forma de los restos de fósiles, los propios monstruos son algo que estaba vivo en el pasado remoto y que en el presente cobran una nueva existencia, la cual es amenazadora.

Pero con eso surge una interesante complicación: los monstruos de éste relato representan todo lo que se oculta y se quiere reprimir. Causan repulsión a todos los testigos que el narrador interroga. Pero estos son testigos que huyeron del pueblo y que cual más cual menos se benefician de la desaparición que el gobierno forzó sobre Cárdenas. Como toda la historia la conocemos de segunda mano, por medio del testimonio de dos reporteros que no estuvieron presentes en el lugar de los hechos, es posible dudar de la sinceridad de los entrevistados.  Y en el temor a las raíces indígenas que yacen debajo de los templos cristianos hay cierta culpa por el pasado colonial, como también cierto sentimiento racista y resentido. Cabría preguntarse qué tan distinta sería la historia contada por los habitantes de Cárdenas que no huyeron, que no intentaron explicar los hechos a la luz del raciocinio al estilo europeo.

En 1973, el escritor mexicano Emiliano González dijo en una antología, al hablar del relato de terror en Castellano, que:

Pocas veces nos permitimos el juego del horror cósmico y el pánico interestelar. De Poe a Lovecraft preferimos a Poe.[4]

Quizá sea cierto en sentido estricto. Pero el tema del pasado prehispánico que irrumpe violentamente en el presente es un tópico que aparece con cierta frecuencia en la narrativa de terror Latinoamericana. Consideremos, por ejemplo, los cuentos “Huitzilopochtli”, de Rubén Darío, “Las sombras de la catedral”, de Doris Camarena, y “La fiesta brava”, de José Emilio Pacheco. O las novelas “La resurrección de los ídolos” de Juan José Tablada, “La diabólica santa de las tijeras”, de Juan Trigos, y “La leyenda de los soles”, de Homero Aridjis. Mas otros muchos ejemplos.

En este caso, León ha combinado ambas vertientes, la fantasía de referentes previos a la conquista y el horror cósmico para crear una obra grotesca y espeluznante pero que por debajo del impacto inicial tiene una reflexión más compleja acerca de nuestra relación con el pasado. Con lo siniestro, aquello que nos es a la vez ajeno y familiar y que produce miedo precisamente porque es todo lo reprimido y censurado, ya sea por la psique, por la familia, por la sociedad o por el gobierno. Sombras del pasado que se vuelven monstruosas.










BIBLIOGRAFÍA:

-       BARKER, Clive. Books of blood: Volumes # 1 – 3. Berkeley; New York, 1998.
-       GONZÁLEZ, Emiliano. “Introducción” a Miedo en castellano: 28 relatos de lo macabro y lo fantástico. Samo; México, 1973.
-       LEÓN, Lorenzo. Miedo genital. Joaquín Mortiz; México, 1989.
-       ____________. La realidad envenenada o “De la arquitectura del horror”. Almadía; México, 2007.
-       JIMÉNEZ, Arturo. En México hacen falta más autores de cuentos de terror. Entrevista con Lorenzo León publicada en La Jornada, 22 mayo de 2007. Consultado en línea en el enlace: http://www.jornada.unam.mx/2007/05/22/index.php?section=cultura&article=a07n1cul
-       LAYMON, Richard. The cellar. Headline; Glasgow, 1980.
-       LLOPIS, Rafael. Los mitos de Cthulhu. Alianza Editorial; Madrid, 2003 (6ª Edición). 
-       MARTÍNEZ DE MINGO, Luis. Miedo y literatura. Edaf; Buenos Aires, 2004.
-       NAVARRO, Antonio José (ed.). La nueva carne: Una estética perversa del cuerpo. Valdemar; Madrid, 2002.
-       OLEA FRANCO, Rafael. En el reino fantástico de los aparecidos. Colegio de México; México, 2004.
-       ORDIZ VÁZQUEZ, F. Javier. “Incursiones en el reino de lo insólito: Lo fantástico, lo neofantástico y lo maravilloso en la narrativa mexicana contemporánea”. Recopilado en: Tendencias de la narrativa mexicana actual, editado por José Carlos González Boixo. Iberoamericana; Madrid, 2009.
-       PELAN, John, y Benjamin Adams (eds.). The children of Cthulhu. Del Rey; New York, 2002.




[1] Véase su ensayo citado en la Bibliografía.
[2] Ordiz Vázquez ubica su relato “Rudisbroeck o los autómatas” en el ambiente de lo maravilloso y su novela corta “Casa de horror y de magia” en el del relato de horror. 
[3] En la entrevista citada en la Bibliografía.
[4] GONZÁLEZ, Emiliano. Obra citada en la Bibliografía.

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