26.2.18

Diario Fílmico.


Reto Fílmico, Febrero: Cine gay y queer. 



- Cuatro Lunas. (México, 2014. Dir. Sergio Tovar Velarde). Cuatro historias protagonizadas por hombres gay de distintas edades. En “Luna nueva”, un niño de once años busca llamar la atención de su primo, con toda clase de consecuencias para su familia, extendida y nuclear. En “Cuarto creciente”, dos amigos de la infancia se reencuentran en la universidad y se enamoran —solo que uno de ellos quiere ocultar la relación a toda costa. En “Luna llena”, dos hombres llevan una relación de diez años, que se comienza a resquebrajar cuando uno de ellos se consigue un amante. Y en “Cuarto menguante”, un poeta de la tercera edad siente una irresistible atracción por un joven —lástima que el primero sea casado y con nietos, y lo que el segundo busca es dinero…




Estas cuatro historias se narran de manera entrelazada, aunque nunca se tocan. Incluso la conclusión, “Amanecer” es una serie de epílogos de cada historia, no un momento de encuentro. Las cuatro son historias que se sienten sinceras, y narradas de manera correcta, a veces de manera explícita (si bien buena parte del contenido sexual acabó siendo “escenas borradas”). Aunque todas rozan un poco en la exageración melodramática (una echa mano de una referencia a las telenovelas para explicar la motivación de un personaje), todas consiguen mantenerse. Tres técnicamente tienen un final feliz (y no de la manera que uno esperaría) y la otra tiene el final lógico, pero con una curiosa inversión de los roles de sus personajes. En general, de bastante interés. 


Diario Fílmico.


Tras un ligero atraso de una semana debido a un pequeño problema técnico, proseguimos. 

Reto fílmico, Febrero: Cine gay y queer. 



- No se lo digas a nadie. (Perú, 1998. Dir. Francisco J. Lombardi). Joaquín, el hijo de una familia adinerada, navega por diversos estratos de Perú (y después otros lugares) buscando en donde poder vivir su homosexualidad en paz. De paso observa de cerca toda clase de males sociales —el racismo contra los cholos, el machismo de uno y otro lado, la mojigatería cristiana, la violencia espontánea, el autoengaño… y por doquier la homofobia, en muy diversas manifestaciones. Pero también descubre la mejor manera de tener cuanto quiere y aún así vivir a sus anchas: Con la máscara social. Pues como dice un dicho Limeño popular, “se perdona el pecado, pero no el escándalo”. 




Adaptación de la novela bestseller de Jaime Bayly (me han dicho que la película cambia algunos detalles, sobre todo el final. Pero no he leído aún la novela). Se trata de un drama de crítica social. A decir verdad, roza más bien con el melodrama por medio de ciertas exageraciones aposta  —por ejemplo, no solo el padre de Joaquín reúne absolutamente todos los vicios del estereotípico macho latinoamericano (es violento, misógino, racista, homófobo, mujeriego, borracho, hipócrita y un larguísimo etcétera); también luce un bigotito a lo Hitler. Los personajes consumen toneladas de cocaína, al grado de que durante su breve huída a Miami, lo único que Joaquín extraña del Perú es “la coca barata”. Y la magistral secuencia final termina con una fotografía que no solo reúne a Joaquín con sus dos amantes anteriores (uno y el propio Joaquín supuestamente ya con novia o con esposa, a las cuales engañan sin el más mínimo empacho), sino que uno acaricia el rostro de Joaquín, para dejar en claro que nadie en todo el reparto se cree la farsa. Pero eso sí, todos fingirán seguirla, para así mantener ciertos privilegios. 

Así, el interés principal del director Lombardi es exponer y ridiculizar más de un vicio social. Sin embargo, el tema de la homosexualidad en sí lo trata con toda simpatía. A diferencia del Joaquín de la novela, éste es un personaje con poca o ninguna malicia (si acaso en el trato con Dioni, niño cholo con quien sostiene una de sus pocas peleas a golpes; y aún ese es un acto más bien aplaudido por el padre —es decir, presentado como consecuencia de la propia maldad social), y que sólo busca su lugar en el mundo. Como parece no haberlo, se las ingenia para construirse uno. 



A destacar, por lo demás, la banda sonora y la muy cuidada puesta en escena (que en general caracteriza la obra de Lombardi, a la postre uno de los mejores directores del Perú). De sumo interés. 

[Posdata: ¿A poco no estos dos trailers dan la impresión de tratarse de películas completamente distintas? He aquí toda una lección sobre el asunto del mercado fílmico --marketing, si se quiere]


15.2.18

Diario de lectura.




- El gatuperio: Omisiones, mitos y mentiras de la historia oficial. Juan Miguel de la Mora. Un riguroso examen a la historia de México desde la conquista hasta principios del siglo XX, y a diversos datos que se ocultan o se tergiversan con fines de propaganda. Pone muy especial atención a diversos modos de xenofobia que anidan profundamente en la política mexicana y qué factores han contribuido a ello, de qué maneras se ha manipulado información para así aumentar el odio (y las consecuencias que a su vez se han ocultado). También pasa revista a varias figuras históricas cuya imagen se ha maquillado para bien y para mal. 

Un libro que requiere paciencia para ser leído y comprendido. Mora utiliza a veces términos poco conocidos (Desde el mismo título, “Gatuperio”,  hasta la parte final titulada “Parergon”) precisamente para incitar a la lectura cuidadosa. Y es que en muchas ocasiones desmantela diversos prejuicios que en México tenemos tan profundamente arraigados que ni siquiera los concebimos como prejuicios. Es seguro que más de uno dejaría la lectura a medias, molesto por tal o cual insinuación. Y precisamente por ello es una lectura importante. 

Por supuesto que el tema va más allá de lo que pueda cubrir un solo libro. En la propia sociedad Mexicana del presente siglo XXI hay aún otros prejuicios no cubiertos en este libro pero que tienen raíces igual de perversas (por ejemplo, por cuestiones de orientación sexual. Por ejemplo, todo el asunto completo de los migrantes Centroamericanos en la historia de México). Y por supuesto en otros países a nuestro alrededor, por todo el orbe. Todos ellos pueden ser concienzudamente investigados, puestos a la luz y lo más importante: Desmantelados. 

Se trata entonces, de una lectura que recomiendo ampliamente, para estos tiempos y para otros. 

6.2.18

Reto fílmico.


Reto fílmico, Febrero: Cine gay y queer. 

NOTA: Esta película no estaba en el programa, y pensaba listarla como tal. Pero en cierto sentido sí puede verse como parte del mismo, por razones que probablemente resultarán obvias: 



- La región salvaje. (México, 2016. Dir. Amat Escalante). La joven Alejandra vive una existencia en apariencia plácida en Guanajuato, con su marido Ángel y sus dos hijos. Pero en realidad este matrimonio está basado en la insatisfacción: Alejandra no está satisfecha con las relaciones sexuales que sostiene con su marido y busca aliviarse ya sea sola en la regadera o a veces coqueteando con otros hombres en sus salidas nocturnas. Y Ángel engaña a Alejandra con el hermano de ésta, el médico Fabián. Por su parte, Fabián tiene una amiga nueva: La joven Verónica, la cual le comparte un extraordinario secreto. En el fondo del bosque hay una cabaña donde un par de ancianos científicos guardan un secreto: Un visitante extraterrestre que puede darle el mayor placer sexual a quien sea. Pero ese placer tiene un alto precio. Pronto los cuatro se verán arrastrados por una ola imparable de intriga y violencia…



Una cinta entre la ciencia ficción y el drama social, con una dosis de terror y otra de humor negro. El director Escalante (de “Sangre” y “Heli”, entre otras) siempre ha dado de qué hablar; pero ésta cinta da un giro en apariencia inesperado en su carrera. Y digo en apariencia por que en realidad confirma sus obsesiones temáticas (la violencia soterrada, los prejuicios profundamente arraigados), solo que esta vez con una óptica distinta y además de una notable ambigüedad. 
Sería fácil dejarse convencer por las convenciones del melodrama y suponer que Ángel es un villano absoluto y Alejandra una heroína que se salva al asumir su propia sexualidad. Pero la verdad es que es Alejandra quien termina por manipular y de hecho por matar intencionadamente, todo en pos del placer absoluto. Y Ángel, odioso por prepotente y en apariencia controlador, es en realidad el único personaje que no cumple ni uno solo de sus planes: Fabián lo abandona sin más por el extraterrestre y le dice casualmente que no quiere verlo; jamás consigue convencer a nadie de que él no es un asesino (y en efecto no lo es), ni consigue vencer su miedo a la carne (resulta de un trauma infantil), ni librarse de sus padres, ni nada. Estos no son personajes arquetípicos; son gente tan mezquina y noble a la vez como cualquier persona de carne y hueso, solo que enfrentados a una circunstancia que se supone imposible. 
El asunto del extraterrestre sería humorístico… y algo que más de un crítico ha pasado por alto es que de hecho sí lo es, pero no de manera involuntaria. Los efectos especiales utilizados para la criatura son asombrosos, y le confieren un cariz debidamente orgánico e inhumano (con ciertos guiños a clásicos del género). Pero también se ve precedido por una escena impresionante: Un cráter inundado de toda clase de animales copulando felizmente. Una orgía alucinante, en que depredador y presa conviven placenteramente. No es una historia sin humor, es un humor que el director maneja con precisión, jugando con las expectativas del público —ya sea acostumbrado a los tópicos del género o no. 
Pero finalmente el tema de la película son las pasiones primarias, que el ente solo encarna en su más absoluta expresión (y así lo explica un personaje). La región salvaje del título no es solamente Guanajuato (a la postre el lugar de nacimiento del propio Escalante); es lo más recóndito e íntimo de todos nosotros, donde anidan pulsos primitivos y poderosos:  el sexo y la muerte, Eros y Tánatos. 
Todo esto con una cuidadosa puesta en escena, notables actuaciones y una excelente banda sonora. 

5.2.18

Reto fílmico.


Reto fílmico, Febrero: Cine gay y queer. 



- Contracorriente. (Perú, 2010. Dir. Javier Fuentes-León). En un pueblo pesquero (filmado en Cabo Blanco), una comunidad donde todos se conocen y perduran aún tradiciones ancestrales (sobre todo un rito para despedir a los muertos), vive un joven pescador, Miguel. Él y su esposa están por tener su primer hijo; y Miguel es un miembro muy querido de la comunidad. Aunque hay un detalle que intenta ocultar: su romance con el fotógrafo Santiago, que en cambio no es bien visto por el pueblo (en parte por cuestiones de clase —es de familia rica y menosprecia un tanto las costumbres del pueblo —y un tanto por prejuicio, por ser abiertamente homosexual). Ante la reticencia de Miguel a dejar de vivir dos vidas a la vez, Santiago decide marcharse. Y esto ocurre, pero no como ninguno de ellos lo esperaba: Santiago es arrastrado por la contracorriente y se ahoga; su fantasma se le aparece a Miguel, quien al parecer es el único que puede verlo —y tocarlo. 
Y esta situación, que en principio parece ser la solución al conflicto de Miguel (porque ahora puede mantener su romance oculto y disponer de tiempo con Santiago con sólo llamarlo) en realidad es el principio de un gran cambio. Miguel tendrá que ser capaz de aceptar toda la verdad sobre sí y que desafiar a quien le pese —comunidad, familia, o destino. 




Ópera prima del director; una película entre la leyenda y (más o menos) el realismo mágico. Algo interesante de esta película es su recepción: Quienes no la clasifican de “comercial” (y eso que es una película de bajo presupuesto y que rara vez ha sido vista fuera de festivales cinematográficos) insisten en que no es una película “gay” o que “sobrepasa el tema de la homosexualidad” (que es como decir que una película “sobrepasa el tema del racismo” o que “va mas allá del tema femenino”. En otras palabras, tonterías que inventan los críticos para no decir “¡Me gustó ésta película pero no quiero que vayan a pensar que soy (X minoría, Z cosa)!”). Lo que pasa es que el que una película sea de cierto tema o de cierto género no es lo único que compone a la película —sin que abandone tal tema ni género, esto hay que dejarlo muy en claro. 
Una película de terror puede también ser una crítica social; no por eso deja de ser de terror. Es película de terror Y además un crítica social. 
Una película puede tratar la homosexualidad y además plantear un tema como “¿qué nos define como ser humano?”. No por eso deja de ser una película gay. Es una película gay Y que además plantea el tema “¿qué nos define como ser humano?”. 
Y así en adelante. 
Pues bien, en este caso es una película que plantea lo siguiente: Que por insoportable que resulta la represión de fuera (la intolerancia de una sociedad o bien de otro individuo), mentirnos a nosotros mismos con respecto a nuestra propia naturaleza o situación hace más daño. Claro, se le puede objetar que en más de un contexto esto de ocultar la orientación sexual no es tanto autoengaño sino estrategia de supervivencia. Si en algunos lugares del mundo el prejuicio es desaprobación y nada más, en otros literalmente lleva a la muerte. 
Mas hay un detalle que salva ésta narración, y es el dejo de leyenda que tiene. El pueblo mismo se siente un tanto intemporal. Los personajes a veces son más arquetipos que personas —y esto no es siempre un defecto, sino una manera de volver la narración alegoría. 
Quizás por eso, muchos detalles de mayor precisión sobre los personajes se dejan como pequeñas pistas (por ejemplo que Santiago visitaba el pueblo desde niño y que Tatiana, la esposa de Miguel, viene de otro pueblo. En otras palabras, es posible que el romance de Miguel y Santiago sea cosa de años, quizá incluso de toda la vida) o inclusive se han dejado de lado (la edición en DVD de ButacaPerú incluye muchas escenas borradas, como una que deja más en claro cuál es la posición del sacerdote del pueblo y por qué es de la gente del pueblo que opta por sí reconocer la relación de Miguel con Santiago, le guste o no a los demás). 
Una película que vale la pena ver y discutir. 

Reto fílmico.


Reto fílmico, Febrero: Cine gay y queer. 



- Te prometo anarquía (México, 2015. Dir. Julio Hernández Cordón). Miguel y Johnny son dos jóvenes patinetos (skaters, si se prefiere), que sobreviven día a día en la Ciudad de México. Mejores amigos, socios en empresas no del todo legales —y amantes (aunque Johnny tenga una novia a la que Miguel no ve con buenos ojos). Junto con buena parte de sus compañeros y amigos, ganan dinero vendiéndole sangre a un grupo que se dice son narcotraficantes. Un día se les propone toda una ganga —conseguir un total de cincuenta donadores, con pago extraordinario (cerca de dos mil por cabeza). Pero este supuesto negocio acabará de una manera inesperada y los llevará a ambos a cambiar su vida para siempre. Aunque claro, la vida es inesperada: Los momentos más amargos pueden venir seguidos de lo más dulce…



El director guatemalteco-mexicano (y estadounidense por nacimiento) de la maravillosa “Las marimbas del infierno” nos brinda aquí una película de muy cuidada puesta en escena con una tesis que asombra: que los vínculos entre ciertos personajes trascienden las circunstancias de su historia. No porque tal historia no tenga peso —todo lo contrario, la anécdota es impresionante por sí sola y terrorífica por todo lo que no se muestra ni se escucha, pero se deja implícito de manera innegable. Y aún así, aún con una historia en la que la violencia que se vive a diario en toda Latinoamérica contemporánea empapa cada instante (“En México todos son narcos”, observa un personaje), aún entonces el relato consigue algo aparentemente imposible: que nos importe el destino de estos dos personajes más bien amorales, pero sinceramente enamorados. Con la división de clases (Johnny es el hijo de la empleada doméstica de la madre de Miguel), la carga social y aún el desplazamiento a otro país, no pareciera lógico que haya un final feliz para estos dos. 
Y sin embargo, lo hay. 
Y sin negar ni un ápice el horror que se ha vivido y que continúa latente, nos ofrece un final que celebra no ya el amor, sino el impulso de vivir, así sea al margen de la moral y de todo lo convencional. 

En resumen, una película de suma calidad.